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Pocos 
valores tienen un atractivo tan universal como la libertad. 
Organizaciones de muy diversa índole, partidos políticos, frentes 
revolucionarios, movimientos juveniles, etc., se sirven de ella para 
enarbolarla en sus estatutos y presentaciones públicas. Es difícil 
encontrar una campaña revolucionaria o una constitución nacional que no 
proponga la libertad como uno de sus máximos logros. El ideal de la 
libertad parece que jamás estará fuera de moda. 
Sin embargo, tiene diversas caras: 
Un pájaro libre es el que no está enjaulado. Se dice que no hay nada como una Cuba libre. Una dieta libre de sal 
se caracteriza por la ausencia de esta sustancia presumiblemente 
perniciosa. Tenemos el caso de las puertas bien engrasadas que giran libremente, o de la madre que finalmente tiene un tiempo libre cuando su pequeño empieza a frecuentar el jardín de niños.  
En algunos casos, la libertad se refiere simplemente a la ausencia 
de elementos perniciosos. Aquí la libertad no tiene un valor propio, 
sino relativo. Que el café no tenga cafeína es un atributo positivo 
siempre y cuando se considere a la cafeína un ingrediente nocivo. 
¿Iríamos, en cambio, a un parque de atracciones libre de diversión? 
¿Intentaríamos nadar en una piscina libre de agua? 
La libertad, como raíz de la dignidad humana, va mucho más allá de 
la mera libertad de movimiento o la ausencia de constricción externa. 
Es un ingrediente esencial de la naturaleza del hombre que lo distingue 
radicalmente del resto de la creación. Los seres humanos son 
esencialmente libres aunque estén en un calabozo o haciendo trabajos 
forzados en un campo de concentración; un animal no es verdaderamente 
libre, aunque esté surcando plácidamente el aire o rumiando a sus 
anchas en las llanuras del Serengeti. La naturaleza, en cuanto tal, no 
es libre, pues obedece a una serie de leyes fijas. El agua correrá 
siempre hacia abajo. El fuego no puede encenderse en el vacío. La 
combinación de sodio y cloro producirá sal, pero jamás nos dará 
pimienta. 
La libertad humana no se identifica con la libertad de pensamiento 
o con la libertad física, sino con la libertad de la voluntad por la 
que gobernamos nuestras propias acciones. Un acto humano es un acto 
libre. 
Estrictamente hablando, los actos del hombre difieren de los actos humanos. 
Algunas veces nuestras acciones son deliberadas y plenamente 
conscientes; otras veces actuamos inadvertidamente o incluso hacemos 
cosas de forma involuntaria. Acto humano significa un acto realizado con conocimiento y libertad. 
Cuando la cajera de la farmacia te devuelve accidentalmente el doble 
del cambio que te debería dar, no ha realizado un acto humano, porque 
no fue intencional. Pero si te das cuenta del error y le devuelves lo 
que en realidad no es tuyo, tu acto es humano porque lleva impreso el sello de tu conciencia y libertad.  
La libertad humana incluye la libertad moral. En virtud de ella 
existen el bien y el mal, la virtud y el vicio. Un gesto de bondad para 
con tu hermano pequeño tiene valor y mérito porque es un acto libre. La 
libertad no se trata de escoger entre diversas respuestas o 
posibilidades, como hace un gorrión cuando escoge en qué árbol 
construir su nido. La libertad humana encuentra su máxima expresión 
cuando tiene que elegir entre varias cosas buenas y, especialmente, 
entre el bien y el mal.  
Tres niveles de libertad 
Dado que la palabra libertad tiene varios significados, es necesario distinguir y aclarar cuáles son sus diversas dimensiones. 
Libertad de constricción 
La libertad se aplica en este caso al hecho de estar libre de 
impedimentos o de interferencias externas para hacer algo. Es la 
acepción de libertad que más se emplea. Es la autonomía, en contraposición con el control externo. 
Un adolescente ansía que sus padres le dejen un amplio espacio de 
libertad. Las industrias tratan de librarse de las restricciones del 
gobierno. El preso sueña en el día en que podrá saborear una vez más su 
libertad. Aunque es un bien en sí misma, puede ser mal empleada. Cuando 
una persona pretende librarse de toda responsabilidad y compromiso, 
comete un grave error, pues está tratando de evitar un ingrediente 
necesario para su realización como ser humano. 
Otro peligro de este aspecto de la libertad es la posibilidad de 
ser manipulados: pensando que somos nosotros los que decidimos, en 
realidad es otro el que decide en lugar nuestro. Podríamos preguntar si 
la gente de hoy goza de mayor libertad que la del pasado. Es cierto que 
hoy tiene más capacidad para moverse; cuenta con modernos medios de 
comunicación instantánea y de procesamiento de información. Posee, 
además, un dominio más amplio sobre el medio ambiente y es capaz de 
ejecutar tareas que las personas de unas décadas atrás ni siquiera 
hubieran imaginado.  
Sin embargo, en su vida personal, mucha gente se encuentra hoy 
confundida, insegura, incapaz de pensar por sí misma y de escapar del 
ruido, del bombardeo de imágenes y de sutiles mensajes generados por la 
sociedad y, especialmente, por los medios de comunicación. Sus 
principios se ven atacados y encuentran poco apoyo cuando tratan de 
vivir coherentemente como seres humanos. En consecuencia, muchas de sus 
acciones, opciones y preferencias son determinadas por la moda, la 
opinión pública y las tendencias políticas. Esta manipulación se lleva 
a cabo con frecuencia impactando directamente nuestras emociones y 
evadiendo el proceso ordinario de una elección racional.  
Para asegurar nuestra libertad, debemos defender nuestra independencia de estas presiones externas. 
Libertad de elección 
Tú eres el autor de tus acciones. Cuando vas al supermercado a 
hablas con tu vecino o visitas a un amigo en el hospital, estás 
ejercitando tu libertad en una serie de actos conscientes. Ahora mismo 
tú y yo estamos escribiendo nuestra propia historia. Esta dimensión de 
la libertad es la posibilidad, que se opone a la necesidad. 
La necesidad es aquello que no podría ser de otro modo. Los actos 
humanos jamás están sujetos a la necesidad, porque cada acto 
verdaderamente humano es libre. Las personas son libres. Las cosas son 
necesarias. Bajo esta luz, la libertad consiste en el dominio que 
ejerce una persona sobre sus acciones. 
Nuestra libertad abarca también la realización de un proyecto 
vital. Cada uno elige libremente lo que quiere ser en la vida. Una 
persona honesta es honesta por elección, no por obligación. Nos estamos refiriendo a la autodeterminación, que es contraria al determinismo. 
Hoy en día, como en el pasado, algunos sostienen que el ser humano se 
encuentra inexorablemente determinado por factores externos a su 
voluntad. Los que profesan el determinismo biológico señalan que 
nuestras decisiones están inscritas anticipadamente en nuestro código 
genético. Otros hablan de condicionamientos culturales y sociales, que 
determinan nuestra forma de pensar y de escoger.  
Hay que reconocer que estas posiciones tienen una pequeña dosis de 
verdad. Hay factores biológicos y sociales que influyen hasta cierto 
punto en nosotros. Pero esto no quiere decir que supriman nuestra 
libertad; aunque haya influencias externas, nuestras decisiones son 
nuestras. Resulta más cómodo culpar a otro de nuestras caídas, pero en 
el fondo sabemos que la responsabilidad es nuestra. Por esta misma 
razón, nuestras buenas acciones merecen recompensa, pues las realizamos 
libremente, aunque tengamos posibilidad de obrar diversamente.  
La libertad es algo más que un deseo. Es la capacidad para realizar 
ese deseo. Podrías querer, tal vez, no morir jamás, o tener dos metros 
de estatura, pero no podrás optar por esto porque no tienes el poder 
para realizarlo. Sólo podemos escoger aquellas cosas cuya realización 
está dentro de nuestras posibilidades.  
Libertad para actuar 
La verdadera liberación consiste en algo más que quitar los 
escombros de nuestra pista vital o romper las cadenas que nos mantienen 
cautivos. Si descombramos la pista es para iniciar el despegue. Si 
desencadenamos a alguien es para que pueda vivir su vida y realizar sus 
sueños. Lo que pretendemos al librarnos de las constricciones es gozar de la libertad para actuar. 
La libertad nos invita a la actividad, a la consecución de una meta. Si 
tengo libre el viernes por la noche... implica que tengo libertad para 
hacer algo, se sobreentiende que quiero hacer algo. 
La libertad exige compromiso, realización. Si tengo un par de horas 
libres el viernes por la noche pero no hago nada, me parezco a esas 
gallinas acurrucadas en el gallinero, esperando algo que empollar. 
Queriendo aprovechar el tiempo, más bien pensaría en seguir armando 
aquel modelo de aeroplano, terminar de leer El Quijote de la Mancha, escribir a la tía Sara. El dinamismo de la libertad se concreta en una decisión y en una actividad, las cuales se contraponen a la indecisión y a la pasividad. La libertad es libertad sólo cuando se aprovecha para hacer algo, cuando se ejercita. 
En este nivel, lo contrario de la libertad es la pasividad y la 
falta de compromiso. En nuestros días se ha difundido el miedo al 
compromiso. Muchos deciden no decidir, porque tienen miedo de 
optar equivocadamente. Esas personas se aprisionan voluntariamente en 
la cárcel de su propia inseguridad y temor al futuro. Por querer dejar 
abiertas todas las opciones, ellas mismas cierran las puertas de su 
plena realización como personas. Pretenden comer el pastel y 
conservarlo a toda costa, sin sacrificar ninguna de estas dos opciones. 
Podría formularse en estos términos el silogismo que respalda la 
moderna postura del no compromiso: 
1.	Lo más importante es ser libre.
  2.	Si ejercito mi libertad (y me comprometo), limito mis opciones y disminuye mi libertad.
  3.	Por tanto, no me comprometeré. 
La libertad humana no consiste en la ausencia de compromisos, sino 
en la capacidad para comprometerse y perseverar en ese compromiso. Nos 
realizamos cuando nos comprometemos libremente como personas y vivimos 
coherentemente los compromisos que hemos asumido. ¿Acaso una mujer ha 
perdido su libertad porque ahora tiene cuatro hijos? ¿Acaso ha 
encontrado un hombre la llave de la libertad perpetua porque a los 43 
años sigue sin graduarse del bachillerato y sin buscar trabajo? 
Obviamente no. Como veremos, el hecho de desconectarnos de los demás, 
de evitar las ataduras del amor, de las amistades y de la 
responsabilidad, no es el camino para lograr nuestra realización 
personal. Es precisamente en la donación de nosotros mismos donde se 
realiza y completa nuestro potencial como seres humanos. 
Tomado del libro: Construyendo sobre roca firme 
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