| 
 Ana 
Padilla de Herrera es la mamá de Juan Pablo, quien es un niño con 
Síndrome de Down. Gracias al amor y cariño que ha recibido de parte de 
su familia y de la gente que lo conoce, es completamente feliz. Ana 
quiere compartir su maravillosa experiencia con nosotros. 
Ser madre es algo hermosísimo, pero ser madre de un ser especial lo 
abarca todo; no nada más amor, sino también empatía, dolor, fe, 
orgullo, bondad, paciencia y esperanza. 
Dicen por ahí que las madres llevan a sus hijos de la mano cuando 
son pequeños y en su corazón cuando son grandes. A un hijo especial, 
siempre lo llevas de la mano y en tu corazón. 
Todos los días le pregunto a Dios que de dónde sacó a éste ser tan 
especial, ¿de dónde lo sacaste mi Dios? ¿Cómo se te ocurrió? Y sola me 
contesto: lo sacaste del pensamiento más puro, más sublime, más 
bondadoso; y me convenzo de que cada hijo que nace, es un pensamiento 
de Dios Nuestro Señor.
  Juan Pablo nos transmite los sentimientos más puros; transmite 
plenitud y abundancia. Todo lo que comparte es auténtico, viene desde 
dentro: su sonrisa, su mirada, su abrazo, su saludo.
  Preguntándole a mis hijos por separado qué es lo que habían 
aprendido de Juan Pablo en este año y medio, rápidamente contestaron: 
“Yo he aprendido a ser feliz por que él siempre está feliz.”
  Carolina, 7 años 
“Yo he aprendido a tener paciencia por que él va a aprender todo a su paso.”
   Ana Paula, 10 años 
“Yo he aprendido a no juzgar por las apariencias.”
  Tato, 13 años 
“Yo he aprendido a valorar hasta el más mínimo detalle.”
  Jesús (papá) 
Y yo, ¿qué he aprendido?
  “Yo pienso que he aprendido a amar incondicionalmente la voluntad de Dios todos los días.” Ana (mamá) 
Como familia estamos disfrutando y aprendiendo de esta oportunidad 
tan hermosa que se nos ha dado, y nuestra misión es compartir estas 
bondades de Dios con los demás.
 
  
 |