Pasar al contenido principal

S

Señor, ten piedad de nosotros

Tú, que has sido enviado a sanar

los corazones afligidos,

Señor, ten piedad de nosotros.

Señor, ten piedad de nosotros

Tú, que has venido a llamar

a todos los pecadores

Cristo, ten piedad de nosotros

Cristo, ten piedad de nosotros.

Tú, que estás sentado a la diestra del Padre

para interceder por nosotros

Señor, ten piedad de nosotros

Señor, ten piedad de nosotros.

Señor Quién Entrará

Señor Quién Entrará

Señor quién entrará en tu santuario

para alabar. (bis)

El de manos limpias y corazón puro  que no es vanidoso y que sabe amar. (bis)

Señor yo quiero entrar en tu santuario para alabar. (bis)

Dame manos limpias, y corazón puro,   no ser vanidoso y enséñame a amar. (bis)

Señor ya puedo entrar en tu santuario para alabar. (bis)

Tu sangre me lava, tu fuego me quema   tu Espíritu Santo inunda mi ser. (bis)

Oh Santo Dios

Oh Santo Dios

Oh Santo Dios, Jesús, Señor.

Tú mano me tocó.

Me amaste a mí, un pecador.

Tu gracia me salvó.

Tu gracia recibí, dulzura y luz

yo nunca merecí tanto amor

mi vida renació se iluminó

de la sombra pasé a la luz

Somos Un Pueblo Que Camina

Somos Un Pueblo Que Camina

Somos un pueblo que camina

y juntos caminando

podremos alcanzar,

otra ciudad que no se acaba,

sin penas ni tristezas,

ciudad de eternidad.

Somos un pueblo que camina,

que marcha por el mundo

buscando otra ciudad.

Somos errantes peregrinos

en busca de un destino,

destino de unidad.

Siempre seremos caminantes,

pues sólo caminando podremos alcanzar

Si yo no tengo amor

Si yo no tengo amor
yo nada soy, Señor. (bis)

El amor es comprensivo,
el amor es servicial,
el amor no tiene envidia,
el amor no busca el mal.

El amor nunca se irrita,
el amor no es descortés,
el amor no es egoísta,
el amor nunca es doblez.

El amor disculpa todo,
el amor es caridad,
no se alegra de lo injusto,
sólo goza en la verdad.

El amor soporta todo,
el amor todo lo cree,
el amor todo lo espera,
el amor es siempre fiel.

Soneto a Jesús crucificado

No me mueve mi Dios, para quererte,
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido,
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme al verte,
clavado en esa cruz y escarnecido.
Muéveme al ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus llagas y tu muerte.

Muéveme, en fin tu amor de tal manera,
que aunque no hubiera cielo yo te amara,
y si no hubiera infierno te temiera.