Padre Fernando Pascual L.C.
Hola, Jonathan! ¿Cómo estás? Espero que muy bien.
Te pido disculpas si te mando la carta así, por internet. No tengo tu dirección, no sé cómo localizarte en el pueblo donde vives. Te lanzo el mensaje así. Sé que es difícil que te llegue, pero lo dejamos en manos de Dios. Quizá lo leerán otros chicos como tú, incluso a alguno podrá servirle. Sobre todo, quizá lo puedas leer pronto tú mismo. Ojalá.
Ha llegado la hora del combate. La tropa avanza. Tanques y soldados, cañones y generales, disparos y gritos. Todo está orientado a destruir, herir, matar al “enemigo”.
En la retaguardia, un grupo de hombres y de mujeres espera. Están allí para atender a heridos, para consolar a desesperados, para dar medicinas y un bálsamo de consuelo a quienes pierden sangre, a quienes han quedado sin brazos o sin piernas, a quienes quizá en pocas horas dejarán de vivir en este mundo de injusticias...
Cuando un hombre y una mujer se casan prometen fidelidad hasta la muerte. El “hasta la muerte” no hay que entenderlo sólo en sentido literal, como si uno dejase de ser fiel cuando el otro o la otra haya muerto. Se trata de algo mucho más profundo y difícil: hasta el sacrificio, hasta la renuncia total, hasta la pérdida del propio bienestar económico o social...
Casi todas las realidades, en las manos del hombre, se pueden convertir en fuente de alegría o en fuente de tristeza. El hierro puede servir para forjar arados o espadas. Una piedra puede edificar una casa o destruir el cráneo de un enemigo. Una medicina puede curar o puede ser suministrada como veneno.
El amor que llevó a un hombre y a una mujer a un compromiso "para siempre" rompe lo que era un sistema de vida en el cual dominaba el "tú" y el "yo", para iniciar la vida del "nosotros", en la que el "tú" y el "yo" se viven de un modo distinto, más íntimo, más cordial, más profundo.
Un hijo puede nacer o porque se quieren sus padres, o sólo porque lo quieren sus padres, o sin quererlo sus padres. Esta serie de posibilidades (existen más) pueden ayudarnos a comprender un poco cuál sea la mejor manera de que nazcan los hijos, y por qué la fecundación artificial no es éticamente correcta.
No es posible medir el amor de una madre por su hijo. Lo que ocurre en la vida de una mujer cuando descubre (siempre con varios días de retraso) que empieza a ser madre es algo que sólo las mujeres pueden comprender de verdad.
Bentley Glass (1906-2005), un famoso genetista, escribió hace años que no debería nacer ningún hijo con defectos.
En un artículo publicado en una revista científica en 1971, decía literalmente: "En el futuro ningún padre de familia tendrá derecho de cargar a la sociedad con un hijo deforme o mentalmente incapaz". Apoyaba esta idea con la defensa del derecho a nacer con una sana constitución física y mental.
Cuando la droga mata
Olga moría en Madrid con 17 años, el año 1997. La muerte llegaba a su vida de la mano de una falsa amiga, la droga. También su madre había muerto, con 35 años, víctima de la misma “enfermedad”.
Habían pedido a un sacerdote que preparase un artículo con consejos a padres en proceso de divorcio, especialmente para evitar daños y secuelas en los hijos.
El sacerdote, después de pensarlo un poco, se negó. Varios días después quiso expresar por escrito el porqué de su negativa.
“Hace unos días me pidieron un artículo sobre cómo evitar daños en los hijos cuyos padres se están divorciando. Pensé en conciencia que no debería escribirlo, al menos por ahora.